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jueves, 24 de marzo de 2011

31° Aniversario en memoria de la muerte de Moseñor Oscar Arnulfo Romero.

23 de marzo de 1980: ..." En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos. Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, ¡Cese la represión!... 

Hoy 24 de marzo, se celebra el primer Día Internacional por el Derecho a la Verdad, proclamado el 1 de diciembre de 2010 por la ONU, en conmemoración a la muerte de Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

“Reconociendo en particular la importante y valiosa labor de monseñor Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador, quien se consagró activamente a la promoción y protección de los derechos humanos en su país, labor que fue reconocida internacionalmente a través de sus mensajes, en los que denunció violaciones de los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables” es como reza el edicto de la ONU.

Llegamos, además; al 31° Aniversario de su asesinato. Un día como hoy, hace 31 años Monseñor Oscar Romero, fue asesinado miestras oficiaba una misa en la capilla del hospital "Divina Providencia". Todo ocurrio, al momento de la consagración de la hostia, fue atravesado por una bala que toco su corazón, lanzada por un francotirador enviado especialmente a matarlo. Instantaneamente, monseñor Romero, muere...

De todos y todas es conocida la historia, entre rumores y verdades, de quién lo mate, o por qué, etc, etc; he tomado a bien en esta edición exaltar la memoria de un hombre que apartando su estatus religioso, denunció la represión de los más pobres, en pleno conflicto armado. Muchos asocian la figura de Romero como un "héroe de guerra", " un mártir" un "defensor de la revolución"; pero su lucha no fue política, su lucha fue siempre defender la verdad, la paz, la VIDA. A 31 años de su muerte, debemos de tomar la figura de Mons. Romero, como el hombre, el mártir, el profeta, la voz del pueblo, el pastor... No se trata de religión, de estatus social o económico, ni de linemientos políticos que deben regir su vida o su muerte; porque si Romero viviera, ¿Qué fuera de nuestro país? Necesitamos realmente, y de inmediato, más Romeros, que promulgen la paz, que denuncien la corrupción, que luchen por los Derechos Humanos, que son una parte que ya nace con nosotros. Los Derechos Humanos, son el segundo corazón de nuestra vida; universales e intransderibles, nos pertenecen, son tuyos, míos, nuestros... Por lo tanto, toda práctica que politiza y convierte en una adquisición monetaria los Derechos Humanos, debe ser denunciada. No solo es de pararse y promulgar una homilia, una prédica, un discurso, porque hasta el mejor orador del mundo, con su arte de hablar en público y su poder de persuación queda bajo, cuando en verdad se debe enfrentar a la denuncia de las prácticas corruptas, sabiendo que su vida, está en peligro.
Moseñor Romero, el pastor; quién un día amanecia en una comunidad rural llevando la palabra de Dios a todos los rincones de nuestro país; quién, como en una homilia lo menciono, los pasos donde el andaba, ya Cristo los había dado por él, y que iba recogiendo de ciudad en ciudad, el dolor, la violencia, las masacres, la maldita muerte de los pueblos oprimidos... Y cuando hablo de pueblos orpimidos, no necesariamente son los pobres más pobres, sino hasta el último ciudadano de este país, el cual a pesar de haber alcanzado su soberanía, no la vive en carne propia como tal; un país que en noviembre gritará sus 200 años de libertad, pero vive preso del pecar, de las redes vanas y sucias de las políticas de los pueblos. Aun así, esto es lo que nos caracteriza, porque somos un pueblo, ese pueblo, el cual no ejecutara absolutamente nada; sin sentir ese estado de ánimo, áspero, lúgubre y engañoso; quiza hasta es necesario vivir en un ambiente así, porque es lo único que nos ha empujado ha hacer de este país lo que ahora es. Monseñor Oscar Romero, la voz del pueblo; quien ya habló por nosotros, nos sigue dando sus homilias como recitadas ayer, somos los abanderados de llevar esa paz, sin importar las condiciones humanas del projimo.

Monseñor Romero, el mártir, que sin pensarlo en día, el minuto y el segundo de su muerte, fue entregado como un sacrificio vivo ante los sufrimientos de éste pueblo. El sacerdote, que fue asesinado, como si hubiese tenido oportunidad de apelar a su inocenia, (pero, si nisiquiera era culpable); fue acribillado y traspasado por una bala, aquella que estalló en su pecho, y que fue el último contacto entre este mundo y el más alla.

Moseñor profeta, mártir, la voz del pueblo, nos esnseña a ser humildes, a amar a nuestro projimo, a renacer y renovar nuestra mente y sobre todo; a reconocer que este mundo es solo un viaje diminuto comparada con la eternidad que viviremos en los cielos; solo nos resta; buscar de Dios, arrepentirnos del mal, y seguir por la senda del bien. MONSEÑOR ROMERO, SIEMPRE VIVIRÁ EN NUESTRA MENTE Y CORAZÓN.

"Esto es lo que significa esta presencia, hermanos, y esto no es política, esto es la voz de la justicia, esto es la voz del amor, esto es el grito que la Iglesia recoge de tantas esposas, madres, hogares desamparados, para decir: "esto no debe ser, que vuelvan esos hijos donde los reclama el derecho de Dios, la ley del Señor". Es el grito contra el pecado. Y esto es lo que está haciendo la Iglesia, gritando contra el pecado que se entroniza en la historia, en la vida de la Patria para decir que no reine el demonio, que no reine el odio, que no reine la violencia, el temor terror; que reine el amor, que reine la paz de los hogares, que vuelva a la tranquilidad lo que ha sido causa de intranquilidad." Homilía, 1 de diciembre de 1977, A las madres, por sus hijos desaparecidos.




 

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