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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Nota Literaria: ¿Como escrbir una novela?

Libros que enseñan a escribir novelas
David González / Aviondepapel.tv
Cuando Raymond Carver estudiaba una asignatura de escritura creativa en la Universidad de Chico (California), su profesor literario era el escritor John Gardner. Cuenta Carver que su mentor no sólo le prestaba su despacho para que él escribiera, allí en soledad, sino que, durante sus clases, también le espetaba a él y al resto de los alumnos una serie de consejos, lanzados como puñetazos, para lograr que todos ellos se convirtieran en buenos escritores.
“Estoy aquí, tanto para enseñaros a escribir, como para deciros qué leer (…) Lee todo el Faulkner que encuentres y luego lee todo lo de Hemingway para limpiar de Faulkner tu manera de escribir”, explicaba Carver. Y lo explicaba en uno de los pocos prólogos que firmó en su carrera literaria, dentro del libro titulado “Para ser novelista”, cuya autoría correspondió, efectivamente, a su maestro creativo o mentor: el propio John Gardner.

“Para ser novelista” (Ediciones y talleres de escritura creativa Fuentetaja, 2001) se editaba al final de una década -los años 90- en la que el apogeo de los talleres literarios propició también un pequeño boom en España de los manuales para escritores. Aquellos libros-herramientas de “cómo escribir una novela”, por ejemplo, y todas sus subdivisiones (cómo escribir una novela histórica, sentimental, autobiográfica, etcétera) se hacían un hueco preferente entre los anaqueles de las librerías.

Muchos de los consejos de estos libros-escuela se repiten con más o menos intensidad o personalidad, según su autor; y no sólo el de la orden marcial de “si quieres escribir, debes leer mucho”. El tema, la historia, el personaje o el narrador son algunas de las vertebras de la espina dorsal de dichos manuales.

El tema

Si retomamos otro libro de John Gardner, como es “El arte de escribir”, ascendemos hacia la luz desde el primer peldaño de la escalera de caracol de las tinieblas en las que está el escritor que comienza. “El tema, en su aspecto más profundo, es aquello de lo que trata la historia; es el principio filosófico y emotivo en torno al cual el escritor selecciona y organiza el material”, escribía Gardner. No hay novela que deba comenzarse sin saber qué queremos contar. Suena a obviedad, pero es así, parece decirnos Gardner.

Y narrar una historia, un personaje y sus aventuras es escribir sobre lo que realmente conocemos. Quizás, por ello, sea Mario Vargas Llosa, en su libro de ensayo epistolar “Cartas a un joven novelista” (Planeta), quien mejor metaforiza cómo elegir el tema de una novela: escribiremos sobre lo conocido. Así, Vargas Llosa nos enseña que el escritor, en su proceso creador, realiza siempre “un striptease invertido”.

“Escribir novelas sería el equivalente a lo que hace la profesional cuando se despoja de sus ropas y muestra su cuerpo desnudo, pero al contrario”, enuncia el escritor peruano. Mientras la bailarina se desnuda, el novelista ejecutaría la operación en sentido contrario: la desnudez inicial de lo escrito se irá vistiendo de prendas de imaginación, según avance su obra; el producto terminado será la capacidad de inventar personas y mundos imaginarios, indica Vargas Llosa.

La historia
Además, la estructura de la novela siempre es uno de los ejes de los consejos para escritores. La teoría de Aristóteles en su “Retórica” prevalece hasta nuestros días, ya sea para refutarla como para reventar su triple regla. La premisa aristotélica mantiene el planteamiento, el nudo y el desenlace como trinidad indivisible.

“Se le presenta una situación al personaje, que desea algo positivo o negativo. En un segundo momento, se muestra el conflicto del protagonista y sus peripecias; y [en una tercera fase] el personaje obtiene o no lo que pretendía (…) en un desenlace final”, expone Silva Adela Kohan en su libro “Cómo narrar una historia” (Alba Editorial) y también en “Cómo se escribe una novela” (Plaza y Janes).

El personaje

El planteamiento, nudo y desenlace se complementan con la trama y el personaje. Muchas novelas se sostienen en el poder cautivador de la historia (“Cien Años de Soledad”) y otras en la seducción del personaje (“Don Quijote de La Mancha”). Es decir, tan sólo hay que releer aquellas novelas en las que sea el personaje nuestro principal recuerdo o bien aquellas en las que lo importante es la trama. “Cuanto más tiempo vivo con mis personajes, más vivos me parecen. (…) Pese a que yo no hago una larga sinopsis de la historia, a los nuevos escritores les resultarán útiles los dosieres de personajes: rasgos, aspecto, pasado, idiosincrasia, sicología”, confiesa Rona Randall en su libro “Escribir ficción” (Paidos).

El narrador

Quien narra la historia novelada –es decir el narrador- puede hacerlo en una íntima primera persona (yo), en una segunda persona (tú) que dialoga con el lector o con un personaje, o en una tercera persona (él) sabelotodo que únicamente señala con el dedo a los personajes. Sin embargo, no se trata sólo de conjugar el narrador, como así explican muchos manuales narrativos, sino de detectar cuál es el que mejor cuenta la novela: un narrador protagonista que vivió la experiencia en carne propia, una narrador testigo que la relata como observador o bien uno omnisciente que, como un dios, ya sabe lo que sucederá. He ahí una disyuntiva. La elección marca toda la novela.

La soledad

Antes del punto y final, y para aquellos lectores descreídos que renieguen de los manuales de instrucciones narrativos, quizás deberíamos regresar al libro “Para ser novelista”, de John Gardner para así darles la razón. Desde su primera página continúa Gardner con un íntimo monólogo ensayístico en el que encontramos un fragmento lapidario, casi de epitafio creativo.

Así, en su manual, Gardner explicaba que los profesores y editores pueden dar algún que otro buen consejo. Sin embargo, para el futuro del escritor, únicamente existía una certeza que Gardner reiteraba, suponemos que también a su alumno Raymond Carver.

Era ésta, según enunciaba Gardner: “A mí me parecía que nada de lo escrito valía la pena. (…) Para entonces, ya había descubierto la dolorosa verdad que todo joven escritor comprometido debe afrontar: está solo”.
http://www.aviondepapel.tv/

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